Hace unas semanas, el profesor Pablo Heresi, del Departamento de Ingeniería Civil de la FCFM, viajó a Stanford para participar en el seminario anual del Blume Earthquake Engineering Center, que en esta oportunidad conmemoró sus cincuenta años de historia. Para Heresi, este viaje tenía un significado especial: durante todos sus años como estudiante en Stanford solía asistir a estos seminarios, y en esta ocasión fue invitado como uno de los seis conferencistas externos entre las catorce presentaciones programadas. Su charla abordó los avances en investigación sobre riesgo sísmico a escala regional desarrollados en el propio Blume Center, aportando desde la perspectiva chilena a un público compuesto por académicos de primer nivel y profesionales de la industria.
Al recordar su participación, Heresi comenta que, desde sus inicios, el Blume Center ha sido un verdadero epicentro de la ingeniería sísmica mundial. Durante sus cincuenta años, la línea de investigación que más trascendió—y que transformó la forma en que se entienden los terremotos—fue la Ingeniería Sísmica Basada en el Desempeño. Allin Cornell y Helmut Krawinkler fueron pioneros en este enfoque probabilístico, y junto a ellos nombres como Greg Deierlein, Anne Kiremidjian, Eduardo Miranda y Jack Baker modelaron la disciplina de tal manera que hoy sus métodos se enseñan y aplican en todo el mundo. Para Heresi, reconocer esa herencia resulta inspirador, pues muestra que la comunidad de Stanford supo combinar rigor matemático, visión probabilística y experimentación en laboratorio para dar sentido a la incertidumbre que acompaña a los fenómenos sísmicos.
En su charla, Heresi enfatizó cómo ese legado se ha traducido en un cambio de mirada: mientras que históricamente la ingeniería sísmica se centró en la respuesta de una estructura individual ante un sismo, hoy los investigadores valoran cada vez más la necesidad de entender qué ocurre en un nivel urbano o regional. Según sus palabras, “los avances tecnológicos y la urgencia de que las ciudades sean resilientes han impulsado a pensar en el impacto de un terremoto sobre comunidades completas, no solo sobre edificios aislados”. Esa evolución ha cobrado especial fuerza en los últimos años, cuando la rapidez con que una ciudad puede retomar su funcionamiento tras un evento de magnitud se ha convertido en un indicador clave de resiliencia.
Más allá de las ideas técnicas, el viaje ofreció a Heresi la oportunidad de reencontrarse con varios colegas a quienes admira desde hace tiempo. Sentir que figuras como Eduardo Miranda, Jack Baker o Greg Deierlein lo recibían como un par y mostraban interés genuino en sus proyectos fue, según él, “motivo de orgullo y también de gratitud”. Entre los momentos que más le marcaron, destaca una entrevista a Haresh Shah, cofundador del Blume Center junto con James Gere hace cinco décadas. Shah, aun con ochenta años recién cumplidos, conserva una lucidez admirable y compartir sus motivaciones y recuerdos sobre la creación del centro permitió a Heresi comprender mejor los cimientos éticos y científicos sobre los que se construyó ese proyecto. Otro instante especialmente emotivo fue el homenaje a Anne Kiremidjian, quien se retiraba tras convertirse en la primera mujer Full Professor de la Escuela de Ingeniería de Stanford. La admiración de Heresi por Kiremidjian no es casual: sus contribuciones en temática de amenaza y riesgo sísmico siguen siendo citadas con frecuencia, lo que demuestra cómo su trabajo ha alimentado a varias generaciones de investigadores.
A partir de esta experiencia, el profesor Heresi reflexiona sobre las posibilidades de colaboración entre la FCFM y el Blume Center en los años venideros. Mantiene excelentes relaciones con los profesores de Stanford y señala que ellos guardan una impresión muy positiva de la Universidad de Chile. Actualmente, desarrolla proyectos conjuntos con Eduardo Miranda y sus estudiantes de doctorado, y destaca que Miranda “disfruta venir a Chile” cuando surge la oportunidad. Esa cercanía, según Heresi, sienta las bases para fortalecer vínculos académicos, intercambiar estudiantes de posgrado y compartir resultados de investigación de manera más fluida. En su visión, avanzar hacia estudios de riesgo sísmico regional en Chile implicará adaptar metodologías de diseño y criterios normativos—por ejemplo, permitir que comunidades enteras ajusten sus niveles de diseño sísmico en función del riesgo que estén dispuestas a aceptar—aunque reconoce que ese cambio cultural y técnico todavía está lejos de materializarse por completo.
Durante el seminario, Heresi remarcó además la importancia de un enfoque interdisciplinario. Propone que la FCFM continúe abriéndose a colaboraciones con otras disciplinas, pues los terremotos y el cambio climático son problemas complejos que requieren la combinación de ingeniería, ciencias sociales, economía, planificación urbana y estadísticas avanzadas. A quienes recién se inician en la ingeniería sísmica regional, les aconseja adquirir conocimientos sólidos en probabilidades y estadística—dado que esa área debe lidiar con incertidumbres inherentes al riesgo—y, al mismo tiempo, desarrollar la capacidad de trabajar en entornos multidisciplinarios. Según Heresi, ese tipo de formación será cada vez más demandada para diseñar ciudades con mayor resiliencia.
Otra reflexión del profesor Heresi se orienta a la comunicación del riesgo sísmico hacia la comunidad. En su opinión, es esencial “traducir los tecnicismos abstractos, especialmente en probabilidades, a conceptos tangibles” para que las personas comprendan mejor qué pueden esperar frente a un terremoto sin que la información les resulte confusa o lejano. Señala que las redes sociales cumplen un rol crucial para mantener vivo el recuerdo de que Chile es el país más sísmico del mundo y que, idealmente, la población debería vivir siempre preparada, en lugar de reaccionar solo cuando ocurre un gran sismo.
Al mismo tiempo, recuerda que las universidades tienen una responsabilidad doble: por un lado, generar conocimiento de punta mediante investigación, y por otro, sintetizar ese conocimiento para incorporarlo en políticas públicas. Pone como ejemplo el proyecto Anillo EASER, en el que la FCFM colabora con SENAPRED para desarrollar herramientas que permitan estimar el riesgo sísmico a lo largo del tiempo. Estas herramientas no solo apuntan a evaluar el riesgo actual, sino también a analizar cómo variaría frente a diferentes decisiones de planificación o construcción, lo cual resulta esencial para que los hallazgos científicos se traduzcan en cambios normativos concretos.
Esta visita a Stanford para el cincuenta aniversario del Blume Center reafirma la relevancia de mantener lazos estrechos con instituciones de excelencia internacional. La experiencia de exponer directrices sobre riesgo regional, volver a reunirse con colegas de talla mundial y asistir a homenajes que rememoran los orígenes de un centro fundado hace medio siglo fortalece la convicción de que la ingeniería sísmica debe abordar hoy desafíos más amplios—desde lo local hasta lo global—con miradas interdisciplinarias y comunicación clara para la comunidad.